sábado, 6 de abril de 2013

Intentando silenciar el estudio de Séralini

Jean-Roch de Logiviere, 21 de marzo de 2013
Le Monde
Seralini-transgenicos-tumores-ratas
 Transgénicos, el tabaco, bisfenol A, amianto: Stephane Foucart, corresponsal de temas científicos de Le Monde, analiza en “La fábrica de mentiras” los métodos utilizados por las grandes empresas para manipular los estudios científicos en su propio beneficio.

En el año 1953, los titulares de todos los periódicos estadounidenses recogían el vínculo entre el cáncer de pulmón y el tabaco. Esto tuvo efectos muy adversos para la Industria tabacalera, que se reunió con emergencia en Nueva York. John Hill fue el responsable de iniciar un contraataque, sentando las bases de una estrategia de comunicación mal intencionada: financiar estudios que creaban dudas científicas y contribuían a sembrar incertidumbre  entre la gente. Stephane Foucart, periodista de Le Monde, examina las huellas dactilares de las grandes empresas en materia de investigación científica.
 La fabrique du mensonge
 En “La fábrica de mentiras” se usa un peine de dientes muy finos para seguir los pasos que inició la Industria del tabaco, suponiendo un impacto negativo en nuestra esperanza de vida. Esta recopilación de investigaciones muestra cómo los principales fabricantes contratan a científicos para difundir sus ideas en los medios de comunicación y en las entrevistas. El libro descubre el escándalo del bisfenol A, el asunto de la fabricación del amianto, o cómo ciertos grupos financian campañas para sembrar dudas sobre el cambio climático. Se recogen casos de industrias responsables de desastres ecológicos y de la muerte de millones de personas… Algunas de estas revelaciones sobre el secuestro de la Ciencia son escalofriantes.
[Extractos del libro de Stephane Foucart, La fábrica de mentiras]
El 27 de septiembre de 2012, diez días después de la publicación de los resultados de la investigación del Profesor Gilles-Eric Seralini y su equipo ( sobre la toxicidad de los transgénicos y su herbicida asociado, Roundup), Le Monde recibía un correo con una curiosa propuesta para la publicación de un artículo sobre el trabajo de un biólogo francés. Se trataba de dos investigadores, el toxicólogo Bruce Chassy, catedrático emérito de la Universidad de Illinois, y el biólogo Henry Miller, del Instituto Hoover (Standord University). El artículo fue enviado directamente por los dos investigadores al ex jefe de las páginas del Debate del diario, cuando ya su nombre no aparece en la cabecera de este periódico.
Por regla general, los artículos no solicitados llegan a una dirección de correo predeterminada, excepto cuando su autor tiene la dirección de algún periodista de la redacción de Le Monde. ¿Cómo sabían a quién enviar su trabajo? Quizás mediante alguna empresa de relaciones públicas: seguramente el nombre del periodista se encontró en alguna página ya obsoleta. Este tipo de páginas son utilizadas por empresas de comunicación para dirigir comunicados de prensa a periodistas concretos, dependiendo de su posición e intereses. Otra razón para sorprenderse es que su artículo estaba escrito en un francés perfecto, mientras que el correo electrónico aparecía en inglés. ¿ Quién se tomó la molestia y el tiempo necesario para hacer una traducción impecable del texto original en inglés?
Otra pregunta que nos surgió era por qué eran tan agresivos con el biólogo francés. Discutían sobre la metodología de su estudio, en cómo había interpretado los datos, etc, señalando enseguida que se trataba de un fraude, una estafa, difamando pura y simplemente. El título propuesto para el artículo por los investigadores estadounidenses era el siguiente: “Los científicos huelen la estafa en un estudio fraudulento sobre Ingeniería Genética”. [ La Fundación Antama sí que recoge algunas frases de los científicos estadounidenses: http://fundacion-antama.org/cientificos-estadounidenses-rechazan-el-estudio-de-seralini-sobre-maiz-modificado-geneticamente/]. El resto del texto es difamatorio y con críticas muy vagas: “El microbiólogo Gilles-Eric Séralini y varios colegas han publicado los resultados de un estudio a largo plazo en el que ratas fueron alimentadas con maíz modificado genéticamente resistente a los insectos y al herbicida glifosato, mientras que el objetivo del estudio nada tiene que ver con un maíz resistente a los insectos”. [ El maíz utilizado por Séralini es el maíz NK603 de Monsanto, que es un maíz Roundup Ready, es decir, resistente al herbicida Roundup, no a los insectos]. Esto ya planteaba dudas sobre si estos dos científicos se habían leído el trabajo que querían criticar.
Los resultados de los experimentos presentados la semana pasada muestran que (Gilles-Eric Séralini) ha cruzado la línea entre la realización y difusión de experimentos imperfectos y la de cometer graves errores científicos, llegando al fraude”, agregaban. “También es importante tener en cuenta que la publicación del artículo ha sido un total fracaso y de una total incompetencia editorial por parte de la revista Food and Chemical Toxicology”, decían los investigadores, llenos de resentimiento.
Sintiéndose quizás satisfechos por el hecho de que muchos periodistas no hubiesen recogido los resultados de esta investigación en sus artículos, decían: “Tal vez hemos llegado a tal punto… en el que los medios de comunicación finalmente se han dado cuenta de que han sido manipulados durante años por expertos y estafadores profesionales”.
El tono del lenguaje utilizado agresivo.. el hecho de que se dirija a determinado periodista este artículo, el que esté escrito en un francés impecable… todo ello sugiera un ataque coordinado, en lugar de una reacción espontánea de dos investigadores que muestran mucho celo por el rigor científico.
¿Quiénes son estos dos científicos? Tienen un currículo de prestigio. Uno de ellos, al menos, no nos resulta totalmente desconocido. Henry Miller: los documentos del tabaco ( los documentos secretos de la Industria tabacalera, desclasificados en 1998 por una sentencia de los tribunales) muestran que estaba involucrado en un grupo de trabajo creado por Philip Morris para atacar la “mala ciencia”, es decir, la Ciencia que puede dar lugar a restricciones y normas de regulación.
(…) En 1992, desde la publicación del Informe de la Agencia de Protección Ambiental (EPA) que mostraba los efectos nocivos del tabaquismo pasivo, Philip Morris había considerado la creación de un grupo que fuese el vehículo de comunicación, con los medios, con los responsables políticos, y con la comunidad científica, para una oposición sistemática a la denominada “mala ciencia” o “ciencia basura” y la “ciencia cierta y sólida”. A fin de no crear sospechas, la creación y gestión de este grupo fue confiado a una empresa de relaciones públicas, APCO Asociados. Así nació, en febrero de 1993 Advancement of Sound Science Coalition.
A principios de 1993, un Informe de Philip Morris presentaba el proyecto: “Nuestro principal objetivo es desacreditar el informe de la EPA y llegar a adoptar los mismos criterios de evaluación de riesgos para todos los productos”.
Allí se describe el plan de acción en las primeras semanas de actividad, se fijaba un presupuesto en casi 350.000 dólares para los primeros seis meses de funcionamiento del famoso grupo de reflexión y consideraba muy importante reunir a varios fabricantes para formar una coalición en torno a los mismos intereses. Los primeros esfuerzos consistieron en reclutar a científicos para la TASSC (The Advancement of Sound Science Coalition), identificando a los periodistas que pueden estar por la labor, enviar cartas a los periódicos, etc.
Sin un esfuerzo para construir una duda razonable sobre el tabaquismo pasivo, especialmente entre los consumidores, entonces cualquier otro esfuerzo… tendrá un rendimiento muy escaso”,decía un miembro de alto rango del personal de la Empresa de Richmond (?) en un Informe de febrero de 1993. En un correo interno, en negrita, se decía: “La credibilidad de la EPA debe ser socavada, pero no sólo en el asunto de los fumadores pasivos. Debe formar parte de un gran mosaico, en el que se encuentren todos los enemigos de la EPA al mismo tiempo”, se decía. Para que los esfuerzos de este colectivo fuesen efectivos, se pone en marcha un frente en contra de todas las disciplinas científicas utilizadas en la EPA y la Industria debe estar unida en contra de las ciencias ambientales.
Otra ventaja que esperaba obtener Philip Morris era la de ampliar el número de socios corporativos que formasen parte de la TASSC. En el caso de que se hiciesen preguntas algo embarazosas sobre los patrocinadores de la Organización, APCO Asociados sacaría a relucir a un gran número de empresas sin una relación evidente entre sí. Por encima de todo, los científicos reclutados para este grupo de trabajo podrían decir con la mano en el pecho que no recibían fondos de la Industria tabacalera, ya que las facturas las pagaba APCO Asociados. Sin embargo, los documentos muestran que esta empresa de relaciones públicas no tomaba la iniciativa sin hacer referencia a los fabricantes de cigarrillos.
Los portavoces de las grandes tabacaleras querían convertir a Henry Miller en el Presidente de este grupo en Europa, similar al TASSC estadounidense, lo que le habría alzado en la promoción de la “buena ciencia” en los medios de comunicación. No está claro cómo terminó este proyecto, los documentos no lo mencionan. Sin embargo, Henry Miller envió varios artículos a medios de comunicación europeos para combatir la mala ciencia.
[Henry Miller y la oposición a la Propuesta 37 de etiquetado de los alimentos transgénicos:http://www.opednews.com/articles/CA-Prop-37-Tobacco-DDT-Ad-by-Zack-Kaldveer-121006-276.html]
Un mensaje desde la redacción de Le Monde les fue enviado, también a su colega Bruce Chassy, preguntándoles si el artículo había sido sugerido por parte de alguna empresa o institución, y en caso afirmativo dijesen cuál. Este mensaje no obtuvo respuesta, ni siquiera un acuse de recibo de las partes interesadas (Ver nota al final).
Henry Miller es autor de unos veintiséis artículos publicados en el diario británico The Guardian, o en su sitio web, entre 2008 y 2011, sobre los beneficios de la Ingeniería Genética, los productos agroquímicos, la desregulación, etc. También tiene un blog en la revista Forbes, y algunos de sus mensajes se publican en la prensa diaria de los Estados Unidos. Entre 2006 y 2007 publicó por lo menos diez artículos en el New York Times, el diario más prestigioso de Estados Unidos.
No sabemos lo que hay detrás, ni cómo funciona. Pero los documentos sobre el tabaco nos pueden iluminar sobre cómo se hacían las cosas hace unos años. Henry Miller aparece de forma repetida en los documentos internos de las grandes tabacaleras. En una nota interna de Philip Morris de enero de 1996, el alto ejecutivo dice: “Hablé con Henry Miller del Instituto Hoover acerca de la publicación en la prensa de otro artículo, pero quería saber si está de acuerdo… Se enviaría a los principales periódicos de los distritos de los miembros del Comité”.
El documento no especifica la naturaleza de la Comisión Parlamentaria a que se hace referencia. Otra nota interna de la compañía de tabaco RJ Reynolds, fechada en junio de 1995, señala que dos portavoces de la compañía “trabajan con Henry Miller para que el artículo circule. Se ha publicado en la ciudad de San Diego, en el Washington Times y en el San Jose Mercury News”, dice el documento.
Trabajando con la empresa de relaciones públicas WKA, enviaron el artículo original de Henry Miller a treinta diarios que habían seleccionado, telefoneando a los jefes de las redacciones para que lo publicasen. El Dr. Miller está dispuesto también a participar, pero el documento no menciona en qué sentido, pero la oferta hecha por Henry Miller apunta a eslabones muy cercanos a la empresa.
Henry Miller aparece incluso como autor de un “Plan de Trabajo para promover una Ciencia sólida de la salud, las políticas medioambientales y la biotecnología”, con fecha de septiembre de 1998, a propuesta del fabricante de cigarrillos Brown & Williamson. El proyecto tiene como objetivo “ofrecer un enfoque sólido y polifacético (…) para ampliar y fortalecer los esfuerzos de influencia en los líderes de opinión, los políticos, y sobre todo en los ciudadanos de a pie”, decía Henry Miller. La publicación de artículos en la prensa es uno de los elementos más utilizados por el científico, que pide entre 3.000 y 5.000 dólares, dependiendo del servicio ( traducción o no de textos al español para su publicación en la prensa latinoamericana), siendo el más caro la “escritura de un libro sobre la política ambiental de los Estados Unidos”, así como el uso de Internet, fax, etc, para así llegar a un público más amplio. Los documentos del tabaco no nos permiten saber si el programa propuesto por Henry Miller finalmente recibió el respaldo y la aprobación de los jefes de la multinacional.
(…) Sin embargo, hay que decir que la agresividad de sus oponentes y la probable falta de sinceridad de alguno de ellos, no prueba necesariamente, desde el punto de vista científico, que Gilles-Eric Séralini esté en lo cierto.
 —
Nota: La respuesta de Henry Miller se produjo después de la aparición del libro. El Sr. Miller confirmaba que el artículo enviado a Le Monde había sido a iniciativa propia. “ Creo que el Sr. Chassy recibió el nombre del periodista de Le Monde de alguien de la embajada de Estados Unidos en París” , añade. El Sr. Chassy no dio ninguna respuesta a las peticiones del autor. Sin poner en duda la autenticidad de los documentos internos de la Industria tabacalera que lo mencionan, el Sr. Miller dijo que “nunca había recibido dinero o compensación alguna de una empresa tabacalera”.
 —
—-
Nota del traductor: Según se dice en un artículo aparecido  en Los Angeles Times: “…Miller no es profesor de Stanford, sino más bien un investigador de la Hoover Institution, un grupo conservador ubicado en el campus de Stanford”.
—-


Fuente:

No hay comentarios:

Publicar un comentario